El Ecuador de hoy - Política y Sociedad Ecuatoriana: Día 2, o "¡Qué frío y qué alto!"

noviembre 04, 2005

Día 2, o "¡Qué frío y qué alto!"




Si no entiendes, lee el día 1.
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Luego de una llamada al Sr. Juan Viteri, quien iba a ser nuestro "guía turístico" a bordo de su Matrix Amarillo, nos pusimos el traje apropiado y voalá, estabamos embarcados hacia lo desconocido: las alturas de Quito.

Para esto, Quito me había recibido con un verano cálido y agradable. No me estaba espantando con el frío. Pero lo que sí había recibido es una buena dosis de nariz seca, así como una sed insaciable. ¿Alguien sabe por qué da tanta sed en la altura?

Viendo el día agradable, como ya lo mencioné, decidí no llevar la rompevientos, simplemente un buzo iba a ser mi compañero de aventuras. Arrancamos. Luego de las presentaciones de rigor, nuestro amigo taxista nos comenzó a llevar hacia el Telefériqo, trayecto que se nos hizo relativamente corto por la gran cantidad de historias urbanas que Don Juan ha acumulado a lo largo de sus 65 años.

Una vez en la entrada, noté que para ser un día jueves a las 10H00, el lugar se encontraba lleno. Bueno, lo que si me dí cuenta es que la mayoría de la gente hacía fila para Vulqano (el parque de diversiones, no piensen mal), así que no me preocupé y me embarqué hacia el Teleférico.

Adultos $4, Niños mayores de 2, $2. Bueno, me parece bien. Voy a comprar. Nadie en la fila, perfecto. Cuando estaba apunto de pasar, y celebrar que nos iba a tocar al instante, se me acerca una señora. "Joven, yo estaba antes que usted, pregúntele al guardia". Este mono le cedió el lugar sin problema. "Gracias joven". Ella se acercó a la ventanilla: "Deme OCHENTA boletos para niños". Al escuchar tan magna cifra, sabía que la espera me iba a desesperar. No me quedaba de otra.

Ochenta niños y una hora 30 minutos después...







Al fin pudimos ver cerca la cabina. Un espacio para 6 personas. El frío ya había comenzado a pasarme factura: en dicho complejo corre un viento que ya hablaba de lo que me esperaba.
El trayecto de subida fue muy bueno: se nota claramente el abismo, lo fuertemente empinado que está, una vista de Quito en la cual la ciudad parecía hecha de legos. El viento movía la cabina, así como la plata mueve a los diputados. Alcanzamos a divisar la estación superior. Ya estamos arriba.



Ni bien abrieron la puerta de la cabina, comencé a sentir como si de pronto me hubiesen puesto un ventilador industrial del lado derecho de la cabeza. ¡Que viento para tan fuerte! Un letrero indica: 4100 metros.

Y ahí arriba, agarra a tu hijo. Comprenderán que yo que ni corro para coger la buseta, correr detrás de mi nene en semejante altura se transformó en la competencia a ver a quien se le acaban los pulmones primero. Obviamente perdí. Pude apreciar el Guagua Pichincha -o al menos me dijeron que ese es-, una vista de Quito preciosa queno hacía otra cosa que confirmar mis sospechas: Quito es una ciudad laaaaaaarga. Don Juan nos dijo luego que la ciudad tiene 60 km de largo.





El viento, calculo yo, pega a unos 30 - 40 km/h, si no es más. Eso provocó que los oídos comenzaran a sentirse insoportables -recuerden, solo llevé un buzo-, mientras mi hijo seguía corriendo, cada vez hacia más arriba. El aliento se me iba en cada paso. Hasta que se calmó. Bueno, vamos de bajada, los oídos se me revientan, y la nariz del nene, que estaba entretenídisimo, comenzó a sangrar luego que lo aupé para comenzar el descenso: todavía tenía pulmones para llorar.



Ahora sí me metí a Vulqano (de nuevo, no seas mal pensado), muy chévere el parque de diversiones. El super-loop bastante interesante. No me demoré por acá dado que el nene se había rendido luego de la bajada.

En síntesis. Si van a Quito, visiten el Telefériqo. Es una experiencia inolvidable. Pero no hagan como yo, así que lleven una buena chompa.

Regreso al hotel. "¿Oye y si nos vamos en la noche al centro histórico?" "Ya pues, allá vamos." Luego de superar 45 minutos de intenso tráfico, me encontré frente a Carondelet. O frente al Municipio, depende si les gusta más la ID o el Palacio.

"Mira, aquí cayó muerto García Moreno." Y casi caigo muerto yo que no ví el Trolebús que se me venía encima. Paseemos en la carreta. Buenaza la ruta de las iglesias. El frío ni se sentía.

- "Ya vamos, se hace tarde".
- "Pero si recién son las nueve".
- "Gordo, esto no es Guayaquil, la gente se guarda más temprano".
- "Ok, vamos, pero en la mañana regresamos nuevamente".