Día 3 – Soy un forajido
¿No sabes de qué se trata? Lee el día 1 y el día 2.
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“Ok, don Juan, quedamos a las 9H15”. “Arreglémonos rápido”. Luego de un super desayuno y haber aseado al nene, bajamos al lobby del hotel a esperar la llegada de don Juan. Primero al Panecillo.
Debo confesarlo: no había ido nunca donde la vírgen. Recién me dí cuenta que era inmensa. Me subí para ver mejor a Quito. Luego me dí cuenta que de no ser por el Telefériqo, dicho lugar hubiese estado a full. Con unos cuantos turistas más andábamos trepados en el monumento (iba a escribir trepados en la vírgen, pero se iba a leer feo). Que vista tan agradable. Desde ahí pude apreciar el altar Patrio, el centro de Quito, el Sur.
¿Y ahora? Ya sé. Vamos al centro histórico. Luego del habitual tráfico, gracias al cual pasamos por el penal, algunos mercados, calles estrechas, y empinadas, muy empinadas. Las mujeres policías a la orden del día. Algunas hasta guapas, diría yo.
El Teatro nacional Sucre. Bacansísimo, recién arreglado. Carondelet. “Gordo, otra vez no vamos a ir allá”. Ya, está bien. Ahora que era de día, quise conocer la plaza San Francisco. Me metí a la iglesia. Muy lúgubre para mis gustos. Me imagino que demasiada luz puede dañar el arte que por siglos está en dicho templo. Vamos.
“Oiga señorita, ¿y la piedra que le faltó al diablo cual fue?” “Esa, joven”. Otra realidad a la luz: Cantuña fue muy quisquilloso. Por una piedrita se la sacó al diablo. En serio, es una piedrita –siempre y cuando me lo hayan dicho de una manera correcta-. Pasamos luego por Santo Domingo -creo-.
Vamos. Luego de 30 minutos o más de recorrer la ciudad, salimos de Quito, rumbo al Pululahua. Bonito. Regresamos y nos detuvimos en la mitad del mundo. Ya lo conocía, en realidad fui como por costumbre.
No podía faltar, ya a la hora de almuerzo, un hornadito. Reeeeeeeeco.
Exhaustos -y llenos a reventar-, concluimos nuestro viaje. Al día siguiente iba a ser el regreso al manso Guayas. Me fui muy contento de la capital del Ecuador.
Renové energías, fuerzas, mente y espíritu. Cuando puedan, vayan. Yo espero regresar en unos dos años, pero ahora sí a conocer otros sitios.
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