2 años
El 31 de enero de 2003, ya sospechaba de tu existencia. En la noche lo confirmé. El lunes siguiente lo reconfirmé. Ya estabas ahí, formándote. Ocho meses más tarde ya te tenía en mis brazos.
"Toma hijo, este es el pedacito de cielo que Dios te ha mandado". La abuelita te puso en mis brazos, aún torpes para ese tipo de menesteres. Parecías de cristal, de porcelana. De esa porcelana fina que te da miedo tan solo verla, porque piensas que se va a romper. Me miraste. Me agarraste el meñique. Me atrapaste.
Y me dejé llevar por tí. No importó la hora de la madrugada que fuese: ahí estaba yo. Te despertabas hambriento y te llevaba corriendo donde tu mamá, que te esperaba con mucho amor. Yo me distraía mirándote mientras dormías. Y quería que soñases conmigo, con nuestros futuros partidos de futbol, con la ida al estadio. Con tu primer día de clases... En fin, que compartas conmigo aquello que te esta deparando la vida.
Y así has venido creciendo. Desde ese 20 de septiembre, en el cual me agarraste el meñique y me dijiste que era tu papá. Desde que me tocó darte el biberón. Desde que te cambié el primer pañal. Desde que te dí el primer baño. Me tienes atrapado, y perdidamente enamorado.
Hoy ya son 2 años. Ya estás corriendo, estás aprendiendo mucho más. Ya corres a abrazarme. Ya jugamos a las besuqueadas y le hacemos la vida imposible a mamá. Ya estás grande. Pero sigues siendo el pedacito de cielo que Dios me mandó. Y eso no me lo quitará nunca nadie.
<< Home