El castillo de naipes

¿Quién en su niñez no trató de hacer un castillo de naipes? Recuerdo que ganaba el que lo hacía más alto, el que no se caía con un poquillo de viento, el que sabía armarlo, mejor que el resto. Pues adivinen ¿quién no sabía jugar? Ahhhh, ¿no saben? Pistas, vamos con las pistas...

- Invitó a muchos amigos para armar su propia torre. Esto era fatal, pues a la hora de la hora, todos querían armarla a su manera, hasta que alguno terminaba cabréandose y le tumbaba la torre.
- Dejó que participen amigos más "sabidos". No inteligentes, sino sabidos. Éstos le ponían trampas para que si la torre no se armaba de la manera en la cual el "sabido" quería, se la tumbaba.
- Aceptó ayuda extranjera. No necesariamente comprarte un mejor juego de cartas te provocaba que tengas la mejor torre.

¿Ya saben de quién se trata no? Bueno, para que voy a decir más. No había que ser magos para saberlo. Esta vez me puedo atribuir mi don de clarividencia. Creo que todos lo veíamos venir. Y es que cuando el país se vuelve toda una locura, comienzan a aparecer los que todavía no se contagian, o aquellos que, de tanto andar enfermo, tienen ganas de curarse.

Por eso se le está cayendo la torre. Pero, lastimosamente, ya es muy tarde para enderezarla. No digo que vaya a caer, digo que ya perdió la oportunidad de hacer cambiar este país, al declararse director ejecutivo de Noboa, Bucaram y Asociados.