Ni Papá Noel
Les juro que cuando el día miércoles en la noche me enteré del llamado a consulta popular vía decreto ejecutivo, me alegré bastante. No por el hecho simple de ir a una consulta para convocar una Asamblea Constituyente, sino porque vi por fin un presidente que se había puesto los pantalones y comenzaba a hacer las cosas más por convicción que por conveniencia.
Iba a colocar algo al respecto, pero preferí mantener silencio. De ahí que no he escrito desde la semana anterior. Algo me decía que tenía que esperar. Quizá el conocer de antemano la clase política que impera en el congreso nacional. Quizá el saber que con 51 “voluntades” pueden hacer y deshacer en el país. Por eso esperé.
Entonces se dio, efectivamente, la confrontación que era obvia. Dimes y diretes comenzaron a salir de bando y bando. Que Palacio se quiere prolongar en el poder. Que el llamado es inconstitucional, que se viola como 9 veces la constitución, etc.
El gobierno ha anunciado que desistirá de la consulta. El congreso cumplió con su misión: impedir la consulta popular. Claro que esas resoluciones y renuncias “voluntarias” no dejan sino un amargo sabor de boca que no se pasa ni con el mejor chocolate navideño.
Me puse a pensar como diputado esta vez. O sea, si tanto dicen que el llamado es inconstitucional, que no procede, etc, por algo debe de ser. Y sí, lo más fácil es decir que no quieren aflojar la teta, que la dictadura del congreso se vuelve cada vez más tajante y no se puede hacer nada en el país sin que haya la respectiva “comisión” por medio. Me puse en el lugar de uno de ellos para ver cuál es el antojo, porque tanta negatividad ante el tema.
Sabemos que el presidente Palacio se ha declarado un izquierdista. América Latina de por sí está viviendo un proceso político en el que la izquierda está ganando espacio. Hilando fino, podría suponer que Palacio está ocasionando un fuerte rechazo hacia los partidos tradicionales (ID, PSC, DP) para gastar la imagen de ellos y hacerlos notar como los “cucos”: aquellos que se roban el pan de tu mesa; aquellos que no dejan avanzar al país. Puesto esto sobre la mesa, es fácil indicar que le prepara el camino a cualquiera de los candidatos que se perfilan por la linea izquierdista: León Roldós, Rafale Correa, Auki Tituaña o cualquiera que entre por esa fila. El problema será que de darse este escenario, nuevamente tendremos a congreso y ejecutivo divididos por cuatro años más. De nuevo, estoy únicamente suponiendo.
Quizá por eso Palacio está buscando constantemente el enfrentamiento con el Congreso. Quizá. Sin embargo, hay un hecho que no debemos tampoco dejar de lado: La reforma política definitivamente tiene que darse. Y muy lastimosamente, la reforma política no se dará, peor aún estando a tan solo 11 meses de las elecciones. Los partidos no quieren perder su cuota de poder. ¿Se imaginan como sería conformado el congreso en caso que la elección de diputados se diera en la segunda vuelta? ¿Qué pasaría con las listas de candidatos si ponemos férreos requisitos para aspirar a una curul legislativa? ¿Qué pasará con el TLC en el congreso?
La institucionalidad del Ecuador está muy lejos de ser recuperada. Lo que me encantaría ver en este diciembre es una actitud conciliadora, de esfuerzo conjunto para sacar adelante al país. A pesar que, como lo he dicho reiteradamente, la Asamblea Constituyente no es el remedio para los males que aquejan al país, si lo es una reforma profunda que no solamente caiga en las leyes y el papel aquel al que llaman Carta Magna. Es una revolución de valores, de sentimiento patrio, de desprendimiento para buscar el bienestar común. Quisiera ver en los noticieros ya no enfrentamientos, sino la aprobación de nuevas leyes, nuevos acuerdos de inversión, avances, mejoras.
Creo que ni el Niño Dios ni Papá Noel me traerán eso como regalo.
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